3. El educador como acompañante y animador de los estudiantes

Cada educador o educadora ha de ser un sujeto, como se sostiene, <<animador-animadora>> de los destinatarios jóvenes o no jóvenes, esto es, ha de asistir, acompañar y co-laborar con el estudiante universitario para que se promueva a sí mismo desde sus potencialidades puestas a prueba en contextos concretos como la ciencia, la investigación, el estudio, la política, la economía y la cultura, en definitiva para que sea el mismo estudiante el protagonista de sus propias iniciativas, sueños y proyectos a favor de la vida.

El educador/la educadora ha de ser <<maestro-a>> que enseña con la vida, es decir, ha de ser ejemplo de vida y, ello es un desafío para que cada quien como educador se confronte consigo mismo y se disponga a estar no sólo a la altura de la disciplina de la cual es experto-conocedor, sino que más allá todavía, procure estar a la altura de los destinatarios para poder acompañarlos con calidad académica y calidez familiar a los plurales y diferentes estudiantes destinatarios, esto es, estar el docente a la altura de los tiempos.  Estar a la altura de los tiempos en Ortega y Gasset significa estar ubicado con inteligencia y creatividad en el preciso espacio-tiempo, en pocas palabras, significa estar contextualizado.

Parafraseando a E. Viganó, los educadores/ las educadoras salesianos han de estar en la capacidad de establecer ese diálogo entre “Don Bosco y los tiempos” en medio de los destinatarios, desde los destinatarios y con los destinatarios, desde el diálogo y el encuentro cotidiano en el que median también y, no exclusivamente, las ciencias y las disciplinas.

En este contexto quiero precisar parte del sueño del ex-Rector de la UPS, Luciano Bellini[1], para quien la Universidad ha de ser <<otra>>, diferente, científicamente salesiana:

Una Universidad donde los profesores amen el trabajo que realizan, donde no se consideren los sabios, sino que se tranformen en animadores de los jóvenes estudiantes.  Que estimulen y hagan apreciar el saber, de tal manera que la tarea de enseñanza-aprendizaje se vuelva una acción agradable y no odiosa como lo es en muchas circunstancias.  Debe ser un experto en el conocimiento del corazón del joven, sabiendo que nada impuesto es aprovechado, sino todo debe ser fruto de la razón y la bondad.[2]

Y, más allá todavía, con el nuevo giro pedagógico constructivista que la UPS presenta, en el contexto de los nuevos tiempos y desafíos, el educador o el docente está desafiado a cambiar de perspectiva:  el docente no viene a enseñar sino a acompañar en el proceso de aprendizaje del estudiante, viene a generar inquietud por el conocer y el saber en el estudiante.

No quiero hablar de un perfil de educador-educadora, no, pero es meridianamente claro que el educador de la Politécnica Salesiana no es un educador como los demás; es un sujeto, una persona modelo de vida para los destinatarios estudiantes; es un sujeto abierto a la ciencia, a la investigación, a la justicia, a la paz y a la vida; dispuesto a romper viejos esquemas y llegar al corazón y a los desafíos y retos de los estudiantes; es un sujeto con una inteligencia inter-pluri-disciplinar, flexible y dinámico que acompaña y anima a los estudiantes a zambullirse en el mar de las ciencias y a partir de la experiencia; es un sujeto jovial que abajándose a la vida y a los intereses de los destinatarios les asiste en el proceso de aprendizaje, despertando en ellos la erótica por la ciencia y la investigación.
Ahí entonces, de una forma condensada algunas de las características del perfil del sujeto-educador/educadora de la Universidad Politécnica Salesiana.



[1] Véase BELLINI FEDOZZI LUCIANO, “Educar en la Universidad hoy”, en:  Revista Universitas, Año VI, Nº 9, Ecuador 2007, p. 11-27.
[2] UNIVERSIDAD POLITÉCNICA SALESIANA, Carta de Navegación, diciembre 2004, p. 44.  Véase también Idem., Carta de Navegación, 2009, p. 32-33.

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