1. Comprensiones de Universidad y visión de Hombre

He elegido cinco comprensiones de Universidad, quizá las más significativas y muy actuales y, lo que busco en ellas no es sino la comprensión de hombre que se cuela entre sus muros y discursos.  El trabajo de ver el perfil de hombre que se pinta en cada visión de Universidad no está escrito en ninguna parte, he tenido que interpretarlo y, con ello no quiero sino abrir panoramas sobre el evento Universidad y en ella, sobre el evento Hombre. 

A modo de una contextualización, las comprensiones de Universidad que más adelante veremos son:

Ø  J. Ortega y Gasset nos presenta una Universidad europea, concretamente española, la de Granada y, de los años 30s y 40s.

Ø  K. Jaspers, en una situación de crisis de la Universidad alemana después de la Segunda Guerra Mundial, se refiere concretamente a la de Heidelberg, la misma que se disponía a re-abrirse.  Corría el año de 1945.

Ø  K. Wojtyla nos presenta una Universidad cristiana y católica que se ubica temporalmente en la década de los 90s hasta nuestros días.

Ø  J. Derrida nos presenta una Universidad, podemos pensarla europea y, más, francesa por el lugar desde donde escribe, sin embargo y, por justicia, es mejor pensar sólo en el sujeto Universidad occidental del tercer milenio.  Sus escritos son del año 2002.

Ø  I. Ellacuría nos presenta una Universidad muy nuestra, latinoamericana, la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) que busca la liberación del sujeto empobrecido y de los pueblos empobrecidos, los mismos que no han dejado de estar presentes y con más fuerza en nuestros días, puesto que el sistema en el que vivimos es cada vez más exclusor de los habitantes de las periferias.  Sus escritos corresponden a los años 70s y 80s del siglo pasado.

Con esta mínima contextualización precisada acerca de los autores no pretendo sino compartir el cómo –mis invitados a este diálogo– comprenden la Universidad y, en ella al ser humano.  El propósito es debatir sobre la relación Antropología y Universidad y poder enriquecer este diálogo dialéctico.

1.1.  Para José Ortega y Gasset
Para este pensador la Universidad “consiste, primero y por lo pronto, en la enseñanza superior que debe recibir el hombre medio”[1]  En un segundo momento, está convocada también a “hacer del hombre medio, ante todo, un hombre culto –situarlo a la altura de los tiempos–.  Por tanto, la función primaria y central de la Universidad es la enseñanza de las grandes disciplinas culturales.”[2]  En un tercer momento aquélla está llamada a “hacer del hombre medio un buen profesional.”[3]

Junto al aprendizaje de la cultura, la Universidad le enseñará, por los procedimientos intelectualmente más sobrios, inmediatos y eficaces, a ser un buen médico, un buen juez, un buen profesor de Matemáticas o de Historia en un Instituto.  Pero lo específico de la enseñanza profesional no aparecerá claro mientras no discutamos el lema.[4]

Y, en un cuarto momento, “la Universidad es inseparable de la ciencia y, por tanto tiene que ser también o además investigación científica”[5].

En esta compresión de Universidad del filósofo español, el hombre constituye el centro de todo el quehacer universitario.  La Universidad está convocada por su naturaleza a hacer del hombre un ser humano culto y a hacer de él un hombre profesional, sin dejar de ser ella misma, además de ello, ciencia.  En este contexto, culturizar a un hombre no es llenarle de conocimientos o de saberes exclusivamente sino sobre todo ayudarle a devenir-se humano, a <<estar a la altura de los tiempos>>.



En su discurso se encuentra una evidente relación entre Antropología y Universidad; en esta relación la Universidad es la que pone el toque humanizante sobre la naturaleza humana.  La clave en la reflexión orteguiana es la cultura del hombre medio y lo demás son consecuencias o mediaciones de la misma.

1.2.  Para Karl Jaspers
En el pensamiento de K. Jaspers la Universidad tiene espíritu científico y, sólo gracias a aquél, ella a pesar de sus crisis está en la capacidad de volver a ser.  Se refiere a la Universidad que después de Aushwitz (campos de concentración donde se asesinaron a 6 millones de judíos) vuelve a comenzar, concretamente dice:  “Gracias a que el espíritu científico no pudo ser destruido todavía, puede hoy recomenzar en seguida la Universidad.”[6]

Critica a una Universidad fraccionada por las especializaciones y, recuerda que “En su origen era la Universidad realmente un Todo.”[7], que en ella “Ciencia y humanidad se buscan mutuamente.  […]  Ciencia y humanidad están indisolublemente unidas”[8] y, reconociendo que en la Universidad se hace ciencia sin humanidad y humanidad sin ciencia, sostiene que “Para que los dos pilares, ciencia y humanidad, vuelvan a su solidez, es necesaria toda la Universidad. ”[9]

Para él la renovación de la Universidad pasa por la comunidad académica que es una comunidad de vida espiritual:  “Esta renovación únicamente puede producirse de hecho por virtud del trabajo de los individuos, investigadores y estudiantes en la comunidad de su vida espiritual.”[10]

En el pensamiento jasperiano la Universidad constituye la experiencia científica de un todo bajo las características de comunicación y tensión espiritual; rechaza los fraccionamientos y; reivindica la libertad de cátedra y la responsabilidad de docentes y estudiantes.

la imperecedera idea de Universidad, la idea de la enseñanza superior, la cual sirve al mismo tiempo a la investigación y a la enseñanza como una unidad, exige la libertad de enseñar y de aprender como condición para la independencia  responsable de todos los docentes y estudiantes, rechaza la simple práctica pedagógica y la especialización exclusivista y, por el contrario, desarrolla la unidad de las ciencias en viva comunicación y espiritual pugna.[11]

Para el filósofo la Universidad marca un espíritu familiar sin dejar de ser científica y, sostiene que ello es un desafío y reto de la comunidad universitaria.  Piensa, sobre la renovación de la Universidad que ésta…

se mostrará en el espíritu de casa… en la manera cómo en ella se trabaje y discuta científicamente.  Se mostrará en las publicaciones y en los libros didácticos que hacen visible tal espíritu hasta en su tono.  Esta renovación estriba exclusivamente en nosotros.[12]

Sobre el hombre que es el dínamo de la transformación de la Universidad, sostiene que:  “Cada hombre individual es una infinitud.  Ninguna concepción científica  puede abarcarle y concebirle en su totalidad.  El hombre es siempre más de lo que él se conoce.”[13]

Y puesto que su postura es la de un filósofo creyente, sostiene que “No hay verdaderamente imagen del hombre sin Dios.  Es preciso que volvamos a conquistar la imagen del hombre”[14].  Ello lo dice en un contexto después de Aushwitz cuando se tenía la certeza que el hombre se había vuelto inhumano.

Como vemos, este pensador rescata la Universidad como un espacio y comunidad espiritual donde el hombre como individuo y como comunidad académica es el protagonista, pero más allá, sostiene que “pertenece a la ‘humanidad’ una imagen del hombre que, trascendiendo sobre lo cognoscible, representa lo que el hombre es y puede ser.”[15]   La clave de su reflexión es la Universidad como espacio y experiencia espiritual donde la ciencia y la investigación asumidas de modo integral cooperan al devenir-se humano del hombre.


1.3.  Para Karol Wojtyla
Wojtyla, en el documento que escribió sobre la Universidad Católica, sostiene que:

La Universidad “es una comunidad académica, que, de modo riguroso y crítico, contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales, nacionales e internacionales.” (UC. 12); tiene como objetivo garantizar la presencia de lo cristiano en el mundo universitario (UC. 13) y; tiene como misión, “la constante búsqueda de la verdad mediante la investigación, la conservación y la comunicación del saber para el bien de la sociedad.” (UC. 30)[16]

En esta comprensión, en primer plano está “la tutela y el desarrollo de la dignidad humana” y, cuando se habla de dignidad y de desarrollo se ha de comprender, respectivamente, por una parte, la condición de excelencia del ser humano y, por otra parte y, complementariamente, el crecimiento o desarrollo integral que, en palabras de Pablo VI, es desarrollo “de todos los hombres y de todo el hombre”.


A la par y junto con el hombre está la tutela y el desarrollo de la cultura y, no puede ser de otro modo, puesto que la cultura es la expresión de la identidad y la vida del propio ser-humano cuanto individuo y cuanto comunidad humana.

Las mediaciones para lograr lo propio del ser humano, esto es, la cultura, el saber y la verdad lo constituyen precisamente las funciones universitarias como “la investigación y la enseñanza” que son las que de una manera científica hacen posible la Misión universitaria.

En el pensamiento de Wojtyla, la verdad es la meta que el ser humano por su naturaleza la busca, la lucha y la espera.  La verdad es el máximo valor que construye al ser humano y, es vivida en la relación con el prójimo, con el mundo y con Dios.  La verdad es el principio de la libertad.

Así pues, el centro de los esfuerzos del evento Universidad no es sino el hombre; la relación entre Antropología y Universidad es por demás clara, pero con un matiz específico, lo cristiano, donde la clave es la verdad como objeto del ser humano.


1.4.  Para Jacques Derrida
En el pensamiento derridiano “La Universidad hace profesión de la verdad.  Declara, promete un compromiso sin límite con la verdad.”[17]  Para él “esa inmensa cuestión de la verdad y de la luz –Aufklärung, Enlightenment, Illuminismo, Ilustración, Iluminismo– siempre ha estado vinculada con la del hombre.”[18]  

El filósofo critica los procesos de mundialización que se están llevando a partir de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional, pues, para él “la red conceptual del hombre, lo propio del hombre, del derecho del hombre, del crimen contra la humanidad del hombre, es la que organiza semejante mundialización.”[19].  En su crítica, ve que esta mundialización “quiere ser, por consiguiente, una humanización.”[20], con lo cual, ciertamente, no está de acuerdo, porque para él si se quiere reelaborar del concepto de hombre se lo ha de hacer a partir de las nuevas Humanidades.

si el concepto del hombre parece a la vez indispensable y siempre problemático, entonces –éste será uno de los motivos de mi hipótesis o, si lo prefieren, una de mis tesis en forma de profesión de fe–, no se puede discutir ni reelaborar dicho concepto, como tal sin condición, sin presuposiciones, más que en el espacio de unas nuevas Humanidades.[21]

En su pensar, el concepto de hombre al que estamos acostumbrados ha de ser rehecho desde otra forma de comprender las Humanidades y, ello sólo es posible desde una Universidad sin condiciones, una Universidad incondicional.  Así entonces, sólo desde esta condición, –refiriéndose a la Universidad– sostiene, “ésta debería seguir siendo un último lugar de

 resistencia crítica –y más que crítica– frente a todos los poderes de apropiación dogmáticos e injustos.”[22]

Ese principio de resistencia incondicional es un derecho que la universidad misma debería a la vez reflejar, inventar y plantear, lo haga o no a través de las facultades de Derecho o en las nuevas Humanidades capaces de trabajar sobre estas cuestiones de derecho –esto es, por qué no decirlo de nuevo sin rodeos, de unas Humanidades capaces de hacerse cargo de las tareas de deconstrucción, empezando por la historia y sus propios axiomas.[23]

Para él la Universidad está llamada a ser crítica de todo aquello que hoy prevalece como inamovible y determinado, es decir ha de ser de-constructiva, así:

La universidad debería, por lo tanto, ser también el lugar en el que nada está resguardado de ser cuestionado, ni siquiera la figura actual y determinada de la democracia; ni siquiera tampoco la idea tradicional  de crítica, como crítica teórica, ni siquiera la autoridad de la forma <<cuestión>>, del pensamiento como <<cuestionamiento>>.  Por eso, he hablado sin demora y sin tapujos de deconstrucción.[24]

Cuando el filósofo francés postula la Universidad como espacio de la Verdad, seguidamente, sostiene que ésta es una cuestión que tiene que ver con el ser humano y, en este contexto, rechazando los dogmatismos, sostiene que el problemático concepto de <<ser humano>> ha de ser reelaborado desde unas nuevas Humanidades.  El  concepto ser humano tiene que ser constantemente de-construido, re-interpretado, des-mitificado y re-significado so pena de petrificarse.

Se entiende por de-construcción la acción crítica de ir al fondo del problema, en este caso del concepto hombre para ver cuánto de verdadero o falso se encuentra en el mismo y para desde allí rehacer el verdadero concepto; este es un desafío que ha de jugarse el ser de una Universidad sin condición no sólo respecto de su concepto sino respecto de la ciencia misma.

Pero más allá, lo que Derrida está esclareciendo es que el hombre no es un dato esclerotizado ni un dogma del cual nada se puede cambiar, en su pensar, el hombre es un ser que se construye constantemente, verdad de la cual las ciencias humanas tienen mucho que decir en cada tiempo y espacio.

Se encara, pues, una cuestión sobre el concepto mismo de hombre y la situación de las humanidades como las ciencias que manifiestan la humanidad del humano, ambos eventos bajo la sospecha de no guardar coherencia.  Nos encontramos, otra vez, bajo esa dialéctica Antropología y Universidad, donde la clave es la verdad y, en principio la verdad del hombre.


1.5.  Para Ignacio Ellacuría
Para el pensador latinoamericano la Universidad se ha de comprender como servicio al pueblo puesto que ella se debe a él.  En este horizonte, sostiene:

si la universidad se entiende como servicio al pueblo que le da ser, entonces ha de entenderse como función estrictamente histórica.  Su realización universitaria puede ser profundamente diversa en situaciones dispares.  Lo que en cada caso determine su historicidad será la situación histórica del pueblo al que debe servir.[25]

La Universidad se la ha de comprender de manera contextualizada, en nuestro caso, desde América Latina, donde el empobrecimiento es consecuencia de situaciones estructurales injustas, las mismas que hay que denunciarlas y, de las cuales hay que liberarse.

Ella como servidora del pueblo, ha de procurar el desarrollo integral, un desarrollo “‘que no se reduce al simple crecimiento económico.  Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre’ (Populorum Progessio, 14).”[26]

La forma específica con la que la universidad debe ponerse al servicio inmediato de todos es dirigiendo su atención, sus esfuerzos y su funcionamiento universitario al estudio de aquellas estructuras que, por ser estructuras, condicionan para bien o para mal la vida de todos los ciudadanos.  Debe analizar críticamente y contribuir universitariamente a la denuncia y destrucción de las injustas.  Debe crear modelos nuevos para que la sociedad y Estado puedan ponerlas en marcha. Insustituible labor de la universidad es su servicio al país como un todo y a todos los ciudadanos.  De esta orientación se aprovecharán además los profesores y estudiantes al vivir en la universidad, que al ser lo que debe ser, les ofrece una tarea crítica y creadora, sin las que no hay formación universitaria.[27]

Para él, <<en síntesis>>, “La universidad debe ser, ciertamente, un laboratorio de la verdad.”   Esa verdad que devela las estructuras injustas y dinamiza en las víctimas del sistema la construcción de la justicia.

En la comprensión del filósofo y teólogo centroamericano, la Universidad que es una realidad al servicio del hombre ha de plantearse radical y científicamente la verdad del hombre y, esa realidad del hombre tiene como punto de partida, concretamente del hombre latinoamericano que es un hombre injusticiado y victimizado.

Nuevamente, encontramos la relación Antropología y Universidad, pero esta vez desde un contexto específico, latinoamericano y, en clave liberadora.  Tiene como fuerza de reflexión la víctima del sistema y su liberación.  La clave de su reflexión es la Universidad como evento histórico al servicio liberador del pueblo.




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