4. Hacia una antropológica del estudiante universitario

No creo haber visto aportes sobre una antropológica del estudiante universitario, sin embargo, me atrevo, antes que nada, a sostener que, por antropológica del estudiante universitario comprendo, sencillamente, una especie de semblanza sui generis del sujeto que ha optado por ser partícipe de la propuesta educativa de una Institución de estudios superiores.

En primera instancia, en la Universidad no todos, como he sostenido, son jóvenes, de hecho quienes estudian en la Universidad la mayoría son jóvenes pero también los hay adultos.  En

circunstancias otras existen Universidades exclusivamente para adultos, especialmente aquéllas Universidades de especializaciones.  En segunda instancia debo sostener que no todos, como diría Ortega y Gasset, vienen con una <<necesidad auténtica>>[1] de apropiarse del saber o mejor todavía de construir saber, más bien, la mayoría se asoma a las ciencias y a los saberes ya construidos con el fin “in genere, de <<saber>>, de instruirse”[2], conocer algo más que le pueda servir para competir en el mundo de la producción, para sobrevivir, así pues, no se puede, con el común de los estudiantes, hacer posible investigaciones científicas o esperar de ellos el devenir-se científicos.

Pero ¿qué es ser estudiante y estudiar?  Ser estudiante y, en ello coincido con Ortega y Gasset, es ser un sujeto “a quien la vida le impone la necesidad de estudiar las ciencias, de las cuales él no ha sentido inmediata, auténtica necesidad.”[3]  Estudiar viene a ser una necesidad mediada y no auténtica, en el sentido de que el estudiante no estudia porque le interesa la ciencia, sino que, al revés, le interesa estudiar porque en el sistema en el que vivimos, se impone como necesidad, estudiar.

En este horizonte, “Estudiar y ser estudiante es siempre, y sobre todo hoy, una necesidad inexorable del hombre.  Tiene éste, quiera o no, asimilarse el saber acumulado, so pena de sucumbir individual o colectivamente.”[4]

Lo que acabo de asentir con Ortega y Gasset, es la tónica en general del estudiante que llega a la Universidad y, quizá por eso dicho estudiante no trae preguntas e inquietudes como parte de la erótica de la búsqueda del saber, sino que se limita a instruirse, a <<saber>> lo que de alguna manera ya está dado. 

Sin embargo, en el contexto de aquella tónica no generalizable, existen también, aunque pocos, estudiantes que en realidad vienen con una necesidad y, por eso, interés por el saber y, son ellos los que de uno u otro modo rompen con las categorías estudiante y estudiar.  Son los que traen muchas preguntas porque en realidad están ávidos de saber y de conocer, ellos con su actitud y su acción son los que transforman la ciencia y los saberes dando paso a nuevas construcciones y aplicaciones.

el menesteroso de una ciencia, el que siente la profunda necesidad de la verdad se acercará cautelosos al saber ya hecho, lleno de suspicacia, sometiéndolo a crítica; más bien con el prejuicio de que no es verdad lo que el libro [o el autor o el científico o el profesor] sostiene; en suma, precisamente porque necesita un saber con radical angustia pensará que no lo hay y procurará deshacer el que se presenta como ya hecho.  Hombres así son los que constantemente corrigen, renuevan, recrean la ciencia.[5]



En este contexto y, a partir de la metodología constructivista del aprendizaje, el estudiante está también invitado a cambiar de perspectiva, se espera que el sujeto llegue a plantear-se preguntas en lugar de escuchar respuestas, que el sujeto sea el constructor de los nuevos planos del conocimiento y del conocimiento mismo.

Aclarado esto, quiero sostener que los destinatarios de la Universidad, cuanto individuos, grupos, sociedades y culturas han de ser, entonces, comprendidos como plurales y diferentes, porque en realidad lo son.  Asimismo, han de ser comprendidos en sus propios contextos, puesto que cada contexto es como el espacio donde el sujeto estira la raíz de su identidad misma.

Desde este horizonte, además de lo que he sostenido, el sujeto que hace una opción por ser partícipe de la educación universitaria, como individuo y en términos generales, tiende a manifestar actitudes como las que siguen:

Ø  encontrarse en un trayecto concreto de la vida y, cuando digo vida me refiero no sólo a la vida biológica, sino, sobre todo, a la vida como biográfica.  Desde el horizonte biológico, los estudiantes universitarios cuanto varones o mujeres u otra situación sexual, cada quien está dispuesto a competir, a relacionarse a interactuar; asimismo, desde el horizonte biográfico, cada quien es un universo diferente, sus vidas están hechas de plurales constelaciones como la familiar, la social, la económica, la política, la de sus relaciones con sus amigos así como también la de sus hobbies, sus sueños y sus esperanzas.

Ø  saberse capaz de aportar, desde su identidad y sus capacidades, a la construcción de una sociedad diferente.

Ø  estar en una plural tensión, ya sea por  integrarse al mundo de la profesionalización así como también laboral, o también por pertenecerse o integrarse a un grupo o sociedad donde pueda ser reconocido.

Ø  hallarse en una situación de inquietud tensa puesto que la sociedad le presiona a ser lo que el sistema prefiere y, a la vez, de despertar también un espíritu de resistencia frente a las imposiciones externas con tal de defender con genialidad su propia identidad y su personalidad.

Ø  saberse un sujeto con sentimientos, afectos, ideales, criterios, conocimientos, saberes y pensamientos <<otros>> que no siempre son comprendidos por los otros, entre los que se encuentran los mismos compañeros de estudio y sus educadores.

Ø  sentirse que lo poco o mucho que conoce, sabe o entiende, no puede expresarlo porque le resulta difícil hacerlo en términos académicos, lo cual, de otro modo, le hace verse también desafiado a estudiar y a conocer más.


Ø  comprenderse como un sujeto capaz de cambiar las estructuras de injustica a partir de sus estudios y de su profesión.

Ø  saberse, esto por parte unos pocos, porque no se trata del común denominador, que como estudiante universitario, no viene necesariamente a aprender una profesión, sino que, por sobre todo, viene a desarrollar teorías que le permitan comprender y transformar los fenómenos dignos de investigación.

Todo esto y mucho más es lo que significa ser estudiante universitario, condición plural y compleja que ha de ser inteligenciada por los educadores universitarios.  En este contexto, el docente que haga tabula rasa de la situación concreta del estudiante tendrá desatinos y encontronazos que no sólo rozarán en la cuestión académica sino que debilitarán la vocación del estudiante universitario.

Desde la perspectiva expuesta y para los educadores de la UPS, les recuerdo que los “jóvenes pobres, abandonados y en peligro” de la experiencia educativa de Don Bosco, siguen siendo destinatarios de la UPS, puesto que cuando se habla de pobres no se refiere sólo a la pobreza económica que es muy importante y la más evidente, sino también a las otras pobrezas como las afectivas, de relación, de pensamiento, de saberes, de conocimiento, de comunicación, de espíritu, etc.; cuando se habla de abandonados, además del abandono de los hijos por sus padres, se refiere, sobre todo, al abandono por parte del Estado, de la sociedad, de los educadores, de las instituciones, de la empresa, etc., y; cuando se habla de en peligro, se refiere a los plurales peligros como el de la droga, las enfermedades mortales como el VIH, de ser negados y excluidos por parte del sistema económico globalizado, de no encontrar el sentido de sus vidas, entre otros tantos peligros.[6]

Así pues, hablar de una antropológica del estudiante universitario es hablar de los diferentes sujetos que han hecho una opción por prepararse universitariamente, donde cada quien se asoma a la ciencia y a la investigación con sus propias y particulares identidades e intencionalidades, con sus sueños, sus temores y sus esperanzas, con sus frustraciones y sus ilusiones, con sus afectos  encontrados y con sus mentes siempre lúcidas, con su espíritu inquieto y su corazón amante.  Hacia ellos-as es que estamos enviados los educadores y, somos enviados para amarlos.

Esta caridad pastoral crea una relación educativa con el estudiante, especialmente con el pobre, que es fruto de la convicción de que toda vida aún la más pobre, problemática y precaria, lleva en sí misma, por la presencia misteriosa del espíritu, la fuerza de la liberación y la semilla de la felicidad.[7]

Desde este horizonte y, más allá, el desafío de educar estudiante universitario, desafío que no sólo es de la Universidad sino también de la sociedad humana en general, constituye un

verdadero reto que invita al docente a comprender al estudiante como un ser único y complejo y, a descolgarse de sus alturas de pensamiento, de saber y conocimiento para caminar junto con él en la búsqueda de las verdades.

Quiero precisar que, el descolgarse del educador universitario no puede significar mediocrización de la educación universitaria o de la relación intersubjetiva, al contrario la educación ha de ser categóricamente universitaria y la relación cualificadamente humanizante, donde la actitud sea amigable, respetuosa a tal punto de ser compañeros de camino por parte del educador en referencia al estudiante universitario.  Los educadores/las educadoras han de hacer posible lo que Don Bosco hizo con sus muchachos:  “que al estudiante no solamente se le diga que se le ama, sino que él se sienta amado”.
A partir de estas pistas de una antropológica del estudiante se puede comprender con facilidad el por qué la UPS se ha de constituir en:

·         una opción prioritaria por los jóvenes, pero más allá, por las gentes de las clases populares;
·         una relación integrada entre cultura, ciencia, técnica, educación y evangelización, profesionalidad e integridad de vida (buenos cristianos y honrados ciudadanos);
·         una experiencia comunitaria basada en la presencia, con espíritu de familia, de los profesores y el personal de gestión entre, para y con los estudiantes;
·         un estilo académico y educativo de relaciones basado en el afecto demostrado a los estudiantes y percibido por ellos (“amorevolezza”).[8]



[1] ORTEGA Y GASSET JOSÉ, Misión de la Universidad, Revista de Occidente, Madrid 1960, p. 105.
[2] Ibid., p. 103.
[3] Ibid.
[4] Ibid., p. 112.
[5] Ibid., p. 105.
[6] SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES, XX Capítulo General Especial Salesiano, S.L., Roma, 20 de diciembre de 1971, Núms. 45,46,47,48,49.  Véase también, “Situación de la juventud”, en:  XXIII Capítulo General de la Sociedad de San Francisco de Sales.  Educar a los jóvenes en la fe, CCS, Roma 1990, Núms. 46,47,48.
[7] UNIVERSIDAD POLITÉCNICA SALESIANA, Carta de Navegación, o. c., p. 24-25.
[8] Ibid., p. 25.

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