La Universidad es de naturaleza autónoma, supra-nacional y supra-estatal, por tanto, no debería prestarse para los fines del Estado o fines del mercado o del sistema. La Universidad que tiene como fin la Verdad promueve desde su Misión la crítica reflexiva, el saber, la ciencia y la investigación a favor de la liberación y realización del ser humano, a favor de la Vida en el más pleno sentido de la palabra.
Pero lo que acabo de decir no es del todo una realidad, puesto que la Universidad, negándose a la visión de conjunto de los saberes, de la ciencia y de la investigación ha dado paso a las especializaciones, volviéndose con ello un instrumental al servicio del mercado y del sistema. Con la acumulación de saberes, ciertamente la ciencia se ve obligada a especializarse y, el hombre que se dedica a la ciencia también, tal es así que “sólo es hoy hombre ciencia el
especialista”[8], pero más acá, esta situación ha sido instrumentalizada y direccionada de modo perverso por ciertos grupos de poder político y económico con fines como la guerra, la manipulación genética, etc.
Desde ese estrecho horizonte, la Universidad se ha visto obligada a promover carreras profesionalizantes y, en consecuencia, saca al mercado profesionales sin visión amplia de la realidad, proclives a ser también instrumentalizados. Su investigación está orientada por el mercado que las más de las veces crea falsas necesidades de consumo, obviando de plano dar respuesta a las verdaderas necesidades y problemas de los sujetos empobrecidos y excluidos.
La ciencia, que es también la Universidad, está siendo atrapada e instrumentalizada por las élites.[9] Detrás de ella están las políticas educativas impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM)[10] así como aquellas, también impuestas, por los Programas de Intercambio y Desarrollo propiciados por el Grupo de los 8 (G8).
las tesis de la tecnocracia del Banco Mundial –que nuestros presidentes y Ministerios de Educación, ‘los country managers del Banco Mundial’ han hecho suyos– consisten en colocar los intereses del capital en el centro de las definiciones fundamentales de la investigación y de la enseñanza en nuestros países. Se contribuye de esta suerte a la explotación mundial de la fuerza de trabajo intelectual por medio de la subcontratación, de la cooptación y de la instrumentalización de los investigadores y docentes del Sur. Este proceso acentúa la dependencia neocolonial y defrauda la función social de creación de equidad y de reflexión prospectiva que nuestros pueblos esperan y exigen de la Universidad.[11]
Así es como, a nivel de países de Centro como también de América Latina evoluciona una Universidad desarrollista; ésta apoya a la política administrativa que “Considera la educación en un primer momento como bien de consumo, [y] pasa luego a analizarse como bien de producción, como inversión.”[12]
¿Cómo responde el proyecto desarrollista de la Universidad a los desafíos que… la situación latinoamericana le plantea? En cuanto a la democratización, el planteo desarrollista opta por la calidad frente a la cantidad; los mecanismos de selección hallan su lugar fundamental dentro de la política universitaria; los contenidos de la enseñanza se expresan en una perspectiva cientificista, aunque se moderniza la metodología docente de acuerdo a las modernas investigaciones sobre pedagogía. La opción por la calidad en desmedro de la cantidad limita sustancialmente la eficacia histórica el planteo, y lo ubica, en este aspecto, como proyecto de conservación singularmente peligroso.[13]
Bajo estas condiciones, la Universidad centrada en una propuesta de ciencia e investigación para desarrollar el potencial de la empresa y del mercado, ha terminado fracturando el saber y el conocimiento, reduciendo al ser humano a instrumento útil del mercado y, potenciando en él
la avidez por el capital y la voracidad contra la naturaleza, le ha convertido en profesional del mercado sin más horizonte que el que el mercado le pinte.
Así, pues, como todas las instituciones sociales, la Universidad está en crisis; en este horizonte, pero mucho más cercano a nuestra realidad, el conflicto que ha generado la <<Ley de educación superior>> a la Universidad ecuatoriana es un contundente ejemplo de ello.
Sin embargo, creo que ni el Estado ni el mercado son los llamados a reorientar la Universidad, es más bien el pueblo, la sociedad, ciertamente, a través de sus instancias políticas las que debe evaluarla o de lo contrario, la Universidad correría el peligro de ser intervenida en su propia naturaleza por fuerzas partidistas que no harían sino pervertir su real naturaleza de ser autónoma, liquidando con ello el potencial crítico y transformador de las estructuras sociales.
Pero, más allá de lo que he sostenido sobre el sistema paradójicamente promocionador y negante del ser humano así como también dinamizante y a la vez instrumentalizante de la Universidad, debo reconocer que éste, despierta, también y a la vez, el malestar y la crítica de-constructiva y re-constructiva por parte de los llamados “Nuevos Movimientos Sociales” (NMS)[14] que buscan, desde las periferias y la exclusión, reivindicarse en su identitariedad, sacándole provecho al sistema y generando alternativas más humanas y humanizantes. En este plural malestar propositivo, nacen nuevos retos y desafíos en los que, otra vez, se encuentra en la encrucijada la Universidad que se debe al pueblo y no a Estado o sistema alguno.
En este complejo contexto de crisis y prospectivas, la Universidad está llamada a actualizar su identidad y trascendencia.
La pertinencia de la educación superior debe evaluarse en función de la adecuación entre lo que la sociedad espera de las instituciones y lo que éstas hacen. Ello requiere normas éticas, imparcialidad política, capacidad crítica y, al mismo tiempo, una mejor articulación con los problemas de la sociedad y del mundo del trabajo, fundando las orientaciones a largo plazo en objetivos y necesidades societales, comprendidos el respeto de las culturas y la protección del medio ambiente.[15]
Así visto el panorama, la Universidad tiene que inflexionar reflexivamente para reivindicarse y re-posicionarse como autónoma y liberadora, buscadora de la Verdad y a favor de la Vida. Se hace necesario, para re-pensar la Universidad una <<Universidad reflexiva>>[16].
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